En Cantos de piedra rojiza el artista colombiano Braim Cañizales nos invita a recorrer una geografía emocional, política y material que brota desde la experiencia propia y se expande como una crítica profunda a los valores del mundo occidental.
Esta exposición, producto de la residencia artística [PAAL] 2025, es también el resultado de un viaje autorreferencial profundamente encarnado que encuentra eco en las dinámicas laborales de inmigrantes en Madrid. Canizales se sumerge en su propia vivencia, y desde ahí, moldea y codifica sus piezas con una mirada íntima y empática. Así, la exposición se convierte en un espacio donde lo personal y lo estructural se entrelazan para crear un mapa de lo desplazado: el trabajo, la migración, la ilegalidad, el conocimiento manual, la dignidad, la violencia estructural y el deseo, persistente, de otro mundo posible.
Las obras operan como preguntas materiales: la arcilla aparece no solo como soporte, sino como lenguaje ancestral, con una carga densa de memoria y resistencia. La tierra —literal y simbólica— deviene en archivo, testigo silente de un pasado colonial que sigue organizando el presente. Una hormigonera, instalada en el espacio expositivo, se transforma en escultura activa: en su rotación incesante parece amasar la historia de una ciudad edificada por cuerpos invisibilizados, por manos extranjeras que aún sostienen los cimientos de lo común. Y un neologismo creado por el propio artista conceptualiza el dolor sin nombre que afecta a todo migrante como dolencia colectiva, que atraviesa cuerpos, estructuras y tiempos: Migralgia.
En esta muestra el dolor se procesa a través de la contradicción: entre pertenencia y exclusión, entre el arraigo y lo efímero, la visibilidad y borramiento, existencia y marginalidad. Desde una estética del oxímoron, Canizales construye un lenguaje visual en el que la confrontación de elementos, conceptos y metáforas genera una tensión deliberada: una fricción que incomoda, que interrumpe e interroga.
Situada en uno de los barrios más marcados por las tensiones derivadas de la migración y el trabajo precarizado en Madrid, el discurso artístico de Braim funciona como reflejo de fisuras colectivas transformadas en gesto simbólico y campo de reflexión in situ.
Así, con Cantos de Piedra rojiza, lo que nos propone Canizales es un diagnóstico colectivo, una interpelación directa a las estructuras de poder y una invitación a repensar la relación entre territorio y trabajo. Es también el intento de construir el primer monumento a ese dolor invisible, con la esperanza de que nombrarlo sea ya un gesto de reparación. En última instancia, la exposición propone habitar las contradicciones —poéticas, políticas, materiales— no como disonancias a resolver, sino como territorios fértiles desde los cuales imaginar otras formas de estar, de resistir, y de pertenecer en tierras ajenas.