El eterno viaje hacia el conocimiento ha traído al artista Antonio Tamayo Del Sur a Sefarad1
,partiendo de la tierra de sus abuelos a la de sus tatarabuelos en una investigación histórica, artística
y personal. A través de las tres series que componen esta exposición, Antonio Tamayo sustrae el
presente de una historia y sus correspondientes geografías. Los Mantras como abstracciones del
horizonte, las Cartografías como relato y las Ruinas como arqueología nos devuelven la mirada a un
pasado latente en el presente. Tirando del hilo que hace unos años le trajo aquí, el artista retrocede
en la historia siglos atrás para conocer la Sefarad de sus ancestros y traérnosla a través de su mirar.
“El arte debe ser el producto de un período y de una geografía particular”, decía Torres-García, padre
del universalismo constructivo que tanto ha influido a Antonio Tamayo en su búsqueda de la obra
como valor plástico absoluto.
Torres-García con su universalismo constructivo supone un giro para el pensamiento artístico
en Latinoamérica, promoviendo el levantamiento de una Escuela del Sur en la que el Sur es el Norte,
no habiendo Norte sino por oposición al Sur2
. Adelantándose al decolonialismo que hoy inunda los
discursos, la Escuela del Sur promulgaba y promulga la creación de un arte propio, considerando que
el que va tras lo europeo cae en lo retrospectivo: “porque lo de hoy es algo es algo más real que todo
eso, lo que levanta el espíritu de nuestro pueblo, el cual ya no está ni en un pasado ni en un porvenir,
sino en un presente (…) Sí, construyéndolo todo.”3 Así, los Mantras de Antonio Tamayo sintetizan en
su forma más simple los colores de diferentes lugares, su tradición, su artesanía y su cultura inmaterial
se funden en una visual universal multiplicando la línea del ocaso, construyendo un pedazo del
presente. Los cálidos y vivos colores wayús conviven en esta serie de trípticos con los fríos grises del
invierno europeo, en una composición de inspiración primitivista que busca la reducción a lo esencial
como forma de simplificación, buscando generar una lectura atemporal de lo que la historia no
recoge. Con sus Cartografías, Antonio Tamayo escapa al plano para ampliar la lectura visual y
conceptual en esta representación de antiguos asentamientos judíos que el artista ha recorrido como
parte de su investigación. Estos mapas condensan en su aparente sencillez la compleja historia de un
conflicto que se prolonga hasta nuestros días, haciéndonos partícipes de esta, construyendo nuestra
historia con lo que hacemos en el presente. Finalmente, las Ruinas se confunden con los cimientos
en el tablero de un buscaminas que paciente espera al siguiente movimiento, sabiendo que llegará el
extremo que lo detone todo.
Como abanderado del constructivismo primitivo, Antonio Tamayo trae a Madrid un fragmento
de su espacio y de su tiempo, inspirándose en lo primario para abstraer los horizontes y relatos de los
límites físicos y mentales, volviendo a lo primitivo como Tapies o Dubuffet, al material y a la
construcción, la creación de algo en sí mismo. Mantras, Cartografías y Ruinas se muestran ante el
espectador como una oración visual en una forma casi tántrica de conectar con el espacio, una
regresión al pasado del que sólo permanece la abstracción de los colores y las formas.
Inés Alonso Jarabo. Comisaria Invitada