En esta exposición la artista colombiana encarna un viaje desde lo anverso. El rigor de la etimología lingüística sitúa decoro, entre el gesto de adornar o embellecer, y a su vez, lo ubica en lo situacional, como el estatus mínimo de vida para que la dignidad de alguien no sufra menoscabo. Es un territorio político, y al mismo tiempo estético, en un solo término, que nos llevan a abismar la mirada. Esta dualidad, que está presente en gran parte de la obra de Diana, instaura un antes y un después en la manera de percibir lo vivencial.